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FC Barcelona

Black Saturday

Nos hemos pasado dos semanas, en una de esas oportunas fechas de partidos de selecciones, esperando que el exitoso y siempre apetecible producto conocido como FC Barcelona volviera a estar disponible en este escaparate llamado La Liga. El público esperaba su lanzamiento en forma de un choque de trenes que se produciría en el Wanda Metropolitano, con una expectación que iba en aumento con el paso de los días. Los elementos protagonistas (Messi-Griezmann) junto con las demás actores de reparto presentes sobre el campo advertían de la satisfacción de 90 minutos que el encuentro podía acabar produciendo en todos sus consumidores. La Liga, otra vez. El show que todos llevábamos visualizando durante días, a punto de empezar. ¡Por fin!

Pero como ya es haitual, nos olvidamos de leer la letra pequeña. Como siempre, dimos click al “He leído y acepto los términos y condiciones de uso” sin echar un vistazo a esas páginas donde aparece información que hay que tener en cuenta. Añadimos el producto a la cesta y pagamos enseguida sin detenernos en las especificaciones que hay en la cabeza de los dos técnicos que se enfrentaron en un partido que, desde el punto de vista culé, produjo una ligera decepción en forma de resultado (dado el buen rendimiento que el equipo venía ofreciendo en los grandes partidos de esta temporada) y en forma de sensaciones (esta quizás a nivel más particular, por lo que supuso el hecho de eliminar un 4-3-3 que ya parecía consolidado). 

Y fundamento mi decepción en cuanto a lo táctico por lo que la introducción del 4-4-2 generó: un Barça altamente horizontal en la circulación del balón. Pudo mantener largas posesiones sin problemas por la cantidad de jugadores que agrupó en el centro del campo (los cuatro centrocampistas más Messi en su habitual acercamiento a la zona de creación) y por la conformidad que el rival mostró defendiendo estáticamente, ofreciendo un (habitual en Diego Pablo Simeone) trabajo físico que le permitió cerrar con éxito tanto los espacios centrales como las incursiones por la banda, reduciendo la capacidad de generar peligro del conjunto azulgrana. Esta paciente espera en campo propio redujo, a la vez, las opciones ofensivas del Atlético de Madrid, que pasaron por algún contraataque inocuo y que el Barça supo reducir mostrando un interesante atisbo de trabajo de la presión tras pérdida.  

La horizontalidad permitió al Barça generar un buen ritmo de circulación, aunque sin ninguna trascendencia para desencajar la estructura defensiva rival, a excepción de alguna de las habituales conducciones de Messi. Un Leo Messi que, junto con Luis Suárez y en medio de la soledad que el 4-4-2 ‘regala’ a los jugadores atacantes, parecía estar a kilómetros de esta zona de circulación inofensiva, derivando en una imperdonable desconexión del Barça entre líneas y con el área rival. En positivo y a modo de consolidación, cabe destacar que la fácil combinación de balón bajo la consigna de “riesgo cero” nos permitió ver, una vez más, la capacidad que Arthur Melo tiene a la hora de dar fluidez en la distribución del balón y lo cómodo que puede llegar a sentirse junto a Sergio Busquets en momentos en que la dinámica del partido pasa por mantener el orden. El problema del partido en el Wanda fue que Simeone llevó dicho orden al extremo, llegando a hermetizar un partido hasta el punto de que solo dos cosas podían llegar a cambiarlo.

La primera: el balón parado. Estas jugadas tan habituales en un partido de fútbol que se escapan de todo planteamiento o dinámica. Da igual lo que hayas hecho hasta el momento, da igual el sistema escogido, da igual el punto de vista con el que has enfocado el partido. Balón al área, remate y gol. Ventaja mínima en el marcador, tres puntos y a otra cosa. Y en ese sentido, el Atlético de Simeone es un auténtico especialista. Gol de Diego Costa a la salida de un córner y el partido justo donde lo quería el técnico argentino. 

La segunda: la introducción de factores caóticos, desordenados, ingobernables, irreductibles. Esos jugadores tan preciados que se escapan de todo planteamiento o dinámica. Da igual el orden táctico previsto, da igual la estructura defensiva que tienes enfrente, da igual el planteamiento seguido hasta este momento. Toma de decisiones no muy habituales, resultados a veces impredecibles y capacidad de cambiar en un instante lo que no has podido cambiar en ochenta minutos. Y en este sentido, en el banquillo del Barça hay un auténtico especialista. Gol de Ousmane Dembélé y… ¿el partido justo donde lo quería Ernesto Valverde? 

Esperemos que no. Esperemos no volver a lo que creíamos haber dejado atrás. Esperemos que nuestro técnico sea partidario de salir a jugar cada partido con la idea de querer ganar por encima de no querer perder. Esperemos no tener que apagar el televisor, después de lo que tenía que ser un gran partido, con la sensación de no haber hecho todo lo posible para sacar los tres puntos. Esperemos no volver a tener la sensación de que un gol en los últimos minutos nos ha salvado de un Black Saturday del que, por sensaciones, hubiera sido difícil recuperarse. 

Y hablando de recuperaciones, tras lo visto el sábado: no hay nada mejor que hacerlo con la llegada a domicilio, entrega y visionado del documental ‘Take the ball, pass the ball’, que adquirí en esta singular e irritante jornada consumista de influencia americana que está cogiendo cada vez más fuerza en nuestro país y que (a excepción de dicha pieza documental) este año he conseguido esquivar. Proud of myself. 

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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