Si tiene un principio tiene un final. Las películas, las jornadas laborales e incluso los amores para toda la vida lo tienen y, antes o después, alcanzan ese momento en que se encienden las luces, quitan la música y comprendes que es hora de marchar. Y ya puedes pedir otra copa a los camareros o pelear con el dj para que ponga una de Sidonie de despedida, que el bar está cerrado.
Este ciclo del Cholo en el Atleti también terminará, por supuesto. Parece que pronto, porque el bajón de jugadores clave en el proyecto es obvio y los recambios, fichajes que deberían pugnar por ese estatus de vaca sagrada, quedan lejos de dar la talla. En un partido como el del Qarabag en el Metropolitano, Gameiro o Gaitán pudieron meter el gol de la victoria, en cambio dejaron su posibilidad de reconciliación con la afición del Atleti al nivel del que intenta pedir disculpas a su esposa con el cuello de la camisa manchado de noche y carmín. Pero en este trayecto al fin de ciclo, además de fichajes malogrados, hay otros compañeros de viaje, como el desgaste del puesto del entrenador tras el largo periodo o los que llevan tiempo guardando facturas pendientes con Simeone y buscan, sino cobrarlas, por lo menos airearlas. Pero junto a ellos se ha metido un polizón difícil de justificar, los que desean el cambio alegando que en las últimas temporadas no se han ganado títulos o que, en el colmo, esperan un juego más vistoso. Y te queda la sensación que esta gente o no conoce el Atleti o tiene poca memoria. Sin descartar la hipótesis de ambas posibilidades a la vez.
Cada noche de mis sábados de veinteañero salí de fiesta con la clara, honesta y sincera intención de conocer a alguna chica y utilizar cualquier argumento imaginable para convencerla de que acompañarme a la habitación de un hostal era la oportunidad de su vida. Rara vez ocurrió nada que ellas no tuvieran ya planeado o que, en el local de turno, los guaperas habituales triunfaran como siempre y yo volviera a casa solo y borracho. Comprender pronto estas cosas ahorra muchos disgustos y con el Atleti ocurre lo mismo. No aceptar hoy día que existen dos equipos que por potencial económico están destinados a ganar siempre, salvo alteraciones, es negar la evidencia. El Atleti está destinado a molestar esta tiranía, a permanecer atento a posibles traspiés y, si se pone a tiro, ganar algún título. Soñar con pertenecer a esa élite sólo nos causa frustración, porque la rutina de las victorias pertenece a otros.
A los que se quejan del juego aún me cuesta más comprenderles. Hasta la llegada de Simeone teníamos sangre en los dedos de contar tantos sueños incumplidos. Habíamos atravesado un periodo terrible, lleno de partidos que harían vomitar a un forense. De jugadores que laceraban nuestros ojos con cada córner o centro lateral. Con el Cholo volvimos a ser competitivos, tornamos a ser un equipo temido y respetado, con una clara identidad en el juego. Si eso no es un estilo atractivo yo no sé lo que es.
Diego Pablo Simeone nos ha dado la vida. Ha sido el CEO de uno de los periodos más exitosos de la historia del Atlético de Madrid. Nos ha instalado una butaca entre las de los poderosos. El Cholo se ha ganado, como poco, que mantengamos la fe en él hasta el final. Que, como en Thelma y Louise, no nos dejemos coger y sigamos adelante, aunque allí sólo haya un precipicio. Se ha ganado que aunque enciendan la luz del local, nos hagamos los locos y nos quedemos. Aunque sólo sea porque algunas veces, el bar baja la persiana a la mitad, y la camarera te sirve la copa y una sonrisa donde se dibuja el estricto itinerario hasta su cama.
You must be logged in to post a comment Login