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Baloncesto

Barça, el fracaso era esto

Las palabras que leerán a continuación no pretenden ser el remedio a una crisis sin precedentes, ni tan siquiera la creación de un discurso que una al barcelonismo en estos tiempos de tensión e incertidumbre. Es tan sólo una crítica, quizá descriptiva, del proceso de destierro y desilusión en el que está inmerso la sección de baloncesto del Fútbol Club Barcelona, asociación deportiva a la que he entregado los mejores (todos) años de mi vida.

Diversas, variopintas y bizarras son las causas que completan el cuadro médico de un conjunto a la deriva y sumido en una depresión sin visos de acabar. Pero, por encima de todas, emerge la profunda desafección que ha invadido a los aficionados culés en los últimos tiempos con su equipo, una sensación de desapego tan atroz y desoladora que ha terminado por vaciar el Palau Blaugrana, antaño olla a presión y actual cementerio de elefantes.

Supermacía blanca

Sí, en Madrid se hacen las cosas muy bien. No es nada nuevo, llevan así más de un lustro. El proyecto que nació en 2011 bajo la protección de Pablo Laso es lo mejor que le ha pasado al club blanco en décadas. 13 títulos en 17 finales, todo esto acompañado de un juego preciosista, atractivo y lo que más engancha al espectador, un núcleo duro de jugadores nacionales. Un camino que se ha ido gestando con el paso de los años, sin prisa pero sin pausa.

En verano de 2014 hubo un conato de implosión cuando, tras perder la final de la Euroliga frente al Maccabi Tel Aviv y la liga Endesa frente al Barça de Pascual en aquel icónico cuarto partido en el que el propio Laso salió vilipendiado del Palau en silla de ruedas por una doble técnica, las altas esferas del Real Madrid quisieron darle boleto. Los jugadores, especialmente Sergio Llull, salieron en su defensa y reclamaron que el técnico vitoriano siguiera. ¿Qué vino después? Un triplete. Lejos de victorias, que han cosechado decenas, y derrotas, lo que marcará a a fuego a este Real Madrid será el estilo: un baloncesto vistoso, fiel a sí mismo y, por supuesto, eficaz. El éxito madridista trajo a Barcelona el efecto contrario, el desastre.

Gestión pésima

Quizá sea éste el punto más importante de todos a la hora de analizar el desastre en el que vive inmerso la entidad culé. Hay que recordar que, desde la Liga de 2014, el Barça sólo ha ganado una mísera Supercopa Endesa, un título no menor, minúsculo y ridículo cuya función sólo es la de redondear el palmarés de una gran temporada. La salida de Xavi Pascual parecía evidente desde hace más de un año, pero no con los motivos que, Albert Soler, dirigente de las secciones del Barça, alegó. Ofreció una gran mentira, un cambio de estilo enmascarado de una disminución radical del presupuesto de la sección que ha hecho inviable encarar fichajes como el de Randolph, jugador del Real Madrid al que tenían atado.

Un dato para entender el desvanecimiento de la sección (vía Miguel Lois): en las últimas seis temporadas, el Barcelona ha acometido la friolera de 77 movimientos, 40 altas y 37 bajas. Una barbaridad que evidencia la falta de modelo de los últimos años del tándem Pascual-Creus, cuándo estos pedían nombres de calidad y lo que recibían eran fichajes menores y de medio pelo que estaban muy lejos de dar el nivel deseado, a la vez que no daban las oportunidades pertinentes a los jugadores locales y apostaban por extranjeros sin nivel.

Del Barça campeón de Europa en París no queda más que Juan Carlos Navarro, veterano capitán que no pasa por sus mejores años. La figura de Navarro está ahora mismo muy desgastada, entre otras cosas, por la pésima situación del club. Periodistas que piden su jubilación a toda costa, endemoniando a un tipo cuyos mejores años los ha entregado al club de su vida. El argumento parte de una falsa creencia de que el contrato del 11 hipoteca la sección, cosa totalmente tergiversada, argumento siempre acompañado del evidente bajón personal, bastante profundo, del escolta, quien ha pasado a tener un papel muy testimonial en una amplía cantidad de partidos estos últimos años. Los aficionados se han vuelto contra él, y ya se han podido oír los primeros pitos en el Palau hacia su persona. ¿Libertad de expresión? Tan absoluta como cuestionable.

La falta de cantera y de talentos que crezcan en ella y lleguen al primer equipo ha creado una desilusión tremenda. Dos de las grandes perlas del Barça eran Abrines y Satoransky (fichados, sin ser canteranos, pero jóvenes y con proyección), hicieron una espantada tremenda en el verano de 2016 y abandonaron el equipo para abrazar la NBA, una decisión entendible. El Palau les esperaba, pero ellos decidieron darles calabazas. Las razones del checo se basan en un salto de calidad que era inminente, y en la preocupación de la situación del club tras la salida de Pascual, quien apostó personalmente por él. Abrines se fue por falta de minutos, cargos para los que el único culpable es el técnico de Gavá.

Un nuevo modelo fracasado e inexistente

Las llaves del Barça se las entregaron a Bartzokas y Rodrigo de la Fuente, quienes ahora ocupan (no sabemos hasta cuándo) los puestos de entrenador y director deportivo. De las palabras de Soler en el verano pasado se podía imaginar un Barça renacido y fresco, apostando por la cantera y desplegando un juego vistoso que devolviera al Palau a una afición desencantada. Las pocas esperanzas acerca de la metamorfosis de la sección se acabaron cuando llegó el griego Georgios Bartzokas, técnico de corte defensivo, cuyo juego está enfocado en el dominio de las emociones, el control del torrente ofensivo en pos de no descuidar la tarea defensiva, es decir, escuela pascualista. Y por otro lado, De la Fuente, un tipo sin experiencia en estos lares que ha acusado a su predecesor de hipotecar la sección con largos contratos mientras él renovaba a Dorsey, posiblemente el jugador con menos talento que ha pasado por el Palau, quien ha terminado despedido. Un drama sin precedentes.

Haciendo honor a la verdad, le han engañado. Le prometieron que Abrines y Satorasnky seguirían, que habría fichajes de altura…y se ha encontrado con un solar de dimensiones épicas. Nadie quiere venir al club, esa es la verdad. Las lesiones le han lastrado, es cierto, pero él no ha demostrado estar a la altura del cargo por el momento ni ha enseñado nada nuevo al aficionado culé. Récord histórico de derrotas en Europa, con el Barça prácticamente fuera de la Euroliga y tras caer en semifinales de Copa anotando, otra vez, 60 puntos, se hace inviable ganar una final de ACB a cinco partidos al Real Madrid de Laso.

Sin futuro

No puedo mentir, no veo futuro a medio plazo para este Barça. Muchos jugadores con contrato en vigor, grandes cantidades de dinero gastadas en cláusulas de rescisión para nada, americanos sin nivel quitando plaza a nacionales con hambre y talento, un entrenador que se ha quedado sin crédito a mitad de temporada. Una lista de agravios importante. ¿La solución? Volver a empezar. Quedarse con los jugadores válidos, que en este caso son pocos: Vezenkov, Eriksson (a pesar de no ser nivel Barça), Rice, Tomic y Koponen. Gestionar de manera noble el papel de Navarro. Si quiere ser un veterano, que acepte su rol como gran profesional que es, sólo él puede decidir su futuro. Los dos únicos cetros europeos de la historia azulgrana llevan su firma, por tanto, respeto. Apostar por la cantera, dar oportunidades a quién lo vale y tener paciencia. Pasará muchísimo tiempo hasta que el Barça pueda volver a luchar por un gran título, o sea, la Euroliga.

Mientras tanto, al aficionado le espera una odisea poco agradable. Es duro ver cada semana a tu equipo perder, y no sólo perder, hacer el ridículo. Cada equipo que juega en el Palau lo mancilla, ya sea el peor Bilbao Basket del lustro o un Galatasaray en horas bajas. ¿Volveremos? Sí, pero no sé cuándo.

Imagen cabecera: marca.com

Periodismo. Hablo de baloncesto casi todo el tiempo. He visto jugar a Stockton, Navarro y LeBron, poco más le puedo pedir a la vida. Balonmano, fútbol, boxeo y ajedrez completan mi existencia.

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