Síguenos de cerca

Atlético

El cisma de Antoine

Los hay que silban y los hay que aplauden. Los hay que insultan y los hay que corean su nombre. Los hay que ensucian su placa y los hay que la limpian. Los hay que no perdonarán nunca lo que consideran una traición y los hay que lo recibieron con los brazos abiertos como la vuelta del hijo pródigo. Que Griezmann ha creado una división en cuanto al pensar de la grada no es sorprendente, ni tampoco nuevo, pues ya se llegaron a vislumbrar diferencias con Correa, Saúl o Koke, e incluso es habitual que dos tropiezos más o menos seguidos pongan en la picota al mismísimo Simeone, pero que el francés ha hecho poco por cambiarlo, tanto dentro como fuera del campo, sí es algo que puede calificarse de llamativo.

Es Antoine Griezmann un jugador con cierto regusto por el paradigma público. Ha sabido siempre moverse por las redes sociales y por el espacio comunicativo de una forma singular, siendo su punto más alto aquella ‘Decisión’ en la que emuló de una manera particular a LeBron James cuando el astro de la NBA se decidía entre Cleveland y Miami. Y por eso, su vuelta de rojiblanco, anunciada con un escueto ‘Atléticos, ya estoy aquí’ grabado desde el parking y con un sonado corte de pelo que le exigían los aficionados como primer paso al perdón han sabido a poco en una época comandada por las redes sociales y los mensajes y anuncios especiales y extravagantes.

Pero es que, en el césped, su presencia no ha podido pasar más desapercibida. Aquel que fuera Balón de Bronce en 2016 y 2018 gracias a su hacer con el propio Atlético de Madrid y con la selección de Francia no ha tenido una puesta en escena decente para convencer a aquellos más reacios a su vuelta. Los habrá que nunca terminen por aceptar al francés, convencidos de que la manera de su marcha, negociando en plena temporada y a espaldas de un club que le había dado las llaves del equipo, y no su marcha en sí es una traición sin perdón. Pero también habrá un grueso de la hinchada que termine acogiéndole en cuanto el nuevo ‘8’ rojiblanco marque un par de goles y anote otro para dar la victoria que le permitan hacer un borrón y cuenta nueva. Porque goles son amores.

El caso es que en estas primeras actuaciones Antoine no ha carburado en absoluto pese a que Simeone no ha dudado ni un instante y pese a que este no se parece ni un ápice al Atlético que le hizo ser uno de los mejores jugadores del mundo. Ni en estilo, ni en sistema. La ocupación de los espacios en el campo es radicalmente opuesta, los roles de cada futbolista han cambiado y el francés parece fuera de contexto. Ni de delantero, en la posición de Suárez, ni de segundo delantero en el sitio de Correa, ni de enganche, en el lugar de Lemar. Griezmann ha tenido opciones en las tres posiciones y no ha sabido destacar en ninguna.

Dicen las estadísticas, además de las sensaciones, que el equipo es mucho mejor sin él que con él en este primer tramo de temporada. Que los goles se generan cuando él está sentado en el banquillo y que con él sobre el césped todo se atranca. No es definitorio, porque a esto juegan once por equipo, pero sí es llamativo porque, aunque haya jugadores fuera de ritmo y lejos de nivel, él es posiblemente la única pieza distinta y metida un poco con calzador que difiere del equipo que la temporada pasada se alzó campeón.

Quizás la palabra sea intrascendente. Es difícil verle completar una acción buena, ya sea un regate, una asistencia o una simple conducción o presión. “Es preocupante, no aparece por ningún lado”, aseveraba Pantic durante la retransmisión del Alavés-Atleti en Radio Marca. Criticado hasta la saciedad en Barcelona en sus dos temporadas por las sensaciones que transmitía, lo cierto es que allí produjo más de 50 goles en un centenar de partidos, números más que decentes para ser la segunda y tercera opción tras Messi y Suárez.

En su retorno de rojiblanco, de momento, ni lo uno ni lo otro en un equipo que necesita gol. Más allá de Correa y de Suárez, el resto tiene la pólvora mojada. Llorente es, de momento, un espejismo de lo que generaba el curso pasado, a Carrasco se le apagan las ideas cuando encara portería rival y a Joao Félix aún no se le ha podido ver entre la lesión y la sanción. La última pata del banco es Cunha, el caso opuesto a Griezmann. El brasileño no ha generado de manera directa, pero con él en el campo Suárez se encuentra más libre y el Atlético ve los espacios necesarios para convertir todos los goles que no ha conseguido con el francés en el campo. Su situación, además, puede tener una intrahistoria. Cunha, por el que el Atlético ya preguntó en enero pasado, no era la primera opción este verano y llegó tras el no de Vlahovic, tras la imposibilidad de Lautaro y tras la negativa del Barcelona de llevar a buen puerto el trueque entre Saúl y Griezmann. Cunha llegó para cerrar la plantilla, pero la oportunidad de firmar a Griezmann el último día de mercado hizo que el Atlético se decantara por arriesgarse en llevar a cabo una operación que, de haberse cerrado 10 días habría impedido la llegada del campeón olímpico. Y es que ese encaje de bolillos de meter a un delantero para sacar a un Saúl que era el chico para todo de Simeone ha alterado en cierta manera el equilibrio de una plantilla que ahora tiene demasiados atacantes, y casi todos negados con el gol en este inicio, y menos jugadores que puedan rendir atrás, donde los errores clamorosos se están contando por partidos.

Quinto máximo goleador histórico del club, campeón del mundo, subcampeón de Europa, dos veces elegido como el tercer mejor jugador del mundo… Más de 200 goles marcados en los últimos siete años, desde que abandonó la Real Sociedad, Griezmann tiene el talento suficiente para ser diferencial. Vuelve al sitio donde más brilló, con el entrenador que más ha confiado en él y sacado su mejor versión, pero en un contexto totalmente diferente y con un clima de hostilidad cercano a su figura que es nuevo para él. En su mano está cambiarlo. Y querer cambiarlo.

Imagen de cabecera: Imago Images

Comparte la notícia

No te lo pierdas

Más sobre Atlético