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Real Madrid

Ancelotti lo sabe

Carlo Ancelotti tiene mucho fútbol ya en su espalda. Ayer tomó la decisión de dar unos minutos a Marcelo en el tramo final del partido para que recogiera la Copa, como capitán, en la que probablemente sea su última temporada en el Real Madrid.

Marcelo es un jugador legendario. Junto a Roberto Carlos, ha contribuido a cambiar la concepción del puesto, sobre todo en un equipo grande. Un lateral izquierdo debe saber defender y atacar, asociarse e incluso si me apuras, marcar algún golito.

El Madrid lleva 40 años de jugadores legendarios en esa posición. Camacho, Gordillo al final de su carrera, Roberto Carlos y ahora Marcelo. Todos muy diferentes entre sí, pero de una dimensión extraordinaria.

Marcelo hace ya tiempo que no está al nivel que exige un Real Madrid. Duele, pero es así. Probablemente en mayo de 2018 en Kiev puso el epílogo a una trayectoria de leyenda en el club blanco. Desde entonces, alguna lesión, problemas para mantener la forma y el desgaste propio de una carrera plagada de partidos y exigencia, le fueron alejando de la titularidad e incluso de un liderazgo que por jerarquía e importancia le correspondía.

La llegada de Ferland Mendy, un año después de la final de Kiev, supuso la puntilla deportiva para Marcelo. Mendy nunca podrá ser Marcelo, pero es un portento físico, el Madrid defiende mucho mejor cuando está él en el once, y su presencia en el equipo en los partidos importantes ya no se discute.

Pero Ancelotti sabe las claves que se manejan en cualquier vestuario y más en el de un club de la dimensión del Real Madrid. Ayer se ganó a Marcelo para lo que resta de temporada. Marcelo no es un jugador dócil ni que haya asumido con naturalidad su suplencia. Pero si suma desde fuera, el beneficiado será el grupo. Ancelotti compartió carrera deportiva con tipos de la personalidad de Mauro Tassotti, Franco Baresi o Paolo Maldini y esas claves las maneja de maravilla.

Históricamente hay un perfil de entrenador que marida mejor en un club donde siempre la figura del jugador ha primado sobre la del técnico. En el Madrid hay un antes y un después de la llegada de Alfredo Di Stéfano en 1953. Su continuador contemporáneo llegó en 2009 y se llama Cristiano Ronaldo. Nunca un técnico tuvo tanto peso en la entidad como los jugadores legendarios de la institución.

Pero el perfil que mejor se adaptó a esa circunstancia, siempre fue el que más éxitos cosechó a largo plazo. Miguel Muñoz, Luis Molowny, Vicente del Bosque y ahora Carlo Ancelotti cumplen de maravilla esos requisitos. Todos muy distintos entre sí, pero siempre con su ego por debajo de la exigencia del escudo que defienden. Eso es una virtud diferencial.

Ancelotti mostró otra vez un saber estar que muestra que su figura está a la altura del Real Madrid y de su exigencia. Y eso es muy difícil, porque el Real Madrid es una máquina que devora jugadores y técnicos con una facilidad asombrosa a las primeras de cambio.

Ya nunca más veremos al mejor Marcelo y Ancelotti lo sabe, pero el de Reggiolo tiene claro que no puede descuidar a nadie para llevar la nave a buen puerto. Del acierto en sus decisiones depende la salud del vestuario y por ende su longevidad en el club en su segunda etapa en el banquillo.

Ancelotti como jugador fue la materia gris del Milan que cambió el fútbol. Su rodilla no respondía, pero su cabeza sí. Se fue Sacchi y, cuando llegó Capello y le obligó a dejar de jugar en zona, dio un paso al lado y colgó las botas para irse de segundo con Arrigo a la selección.

Su cuerpo ya no podía asumir la exigencia física en mediocampo que pretendía Capello. 31 años después sigue manteniendo esa lucidez, cuando apura su magisterio en el banquillo. Ayer dio una nueva lección. Y Marcelo lo sabe.

Imagen de cabecera: Real Madrid

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