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Anacronismo

Para algunos, David Moyes es parecido a espetar “anduve”: es lo correcto, lo saben y lo aprendieron desde la escuela, pero no se acostumbran a ello; como si hablar bien les enviara al esnobismo y ya quedaran apartados del mundo. El técnico escocés sigue ahí presente -como el pretérito perfecto simple del verbo andar- aunque a veces nos olvidemos de él; y presenta uno de esos currículums que no muchos pueden mostrar pese a las últimas contrariedades de su carrera. Y qué más dará, pensará él. Qué importa que decepcionara en el Manchester United y Real Sociedad y que acabara descendiendo al Sunderland. El pasado es el pasado. Aunque él se haya quedado un pelín enquistado en esos tiempos pretéritos en los que Goodison Park, con su Everton, era un fortín del que pocos salían vivos. No hemos cambiado tanto.

Anduve. Da igual. El West Ham de David Moyes, que sigue incrustado en esa dolorosa y azarosa batalla por el descenso, es una pequeña copia de aquellos toffees que peleaban cada balón en la Premier League de 2006 como si la vida se escapara en cada segunda jugada, en cada porfía. Mientras descargábamos a Melendi en el eMule, Lee Carsley y Tim Cahill batallaban en el centro del campo de la misma manera que Declan Rice y Tomáš Souček aceleran por no descender. El 4-4-1-1 innegociable de siempre. El que le dio felicidad y fama al técnico de Glasgow. Y el que, casi con toda seguridad, nunca podremos quitarle de su cabeza.

En el London Stadium ya le hemos visto presentar dispositivos muy defensivos. Por ejemplo, lo de Mark Noble de mediapunta es una de aquellas situaciones que cuando pasen los años nos acordaremos y nos reiremos con la copa en la mano. La tendencia de Moyes siempre fue tirar a sus jugadores de más clase a banda para que pusieran centros y aprovechar a los futbolistas físicos para el remate de esos envíos. Steven Pienaar, Mikel Arteta o Pablo Fornals son los claros ejemplos. Aun así, todos ellos tienen o tuvieron claro que al lateral hay que darle siempre una ayuda. Pase lo que pase.

Pablo Fornals, Felipe Anderson y Sebastian Haller, de izquierda a derecha, en un encuentro de esta temporada.

Los hammers, en Navidades, decidieron darle las llaves del equipo tras los malos registros defensivos de todo el curso y la posibilidad de perder la categoría. La realidad es que Moyes va en camino de salvar a un cuadro que no las tenía todas consigo. Sin embargo, la entidad capitalina debe replantearse un modelo en el que el cambio de entrenador es una constante desde hace lustros. Manuel Pellegrini no es, ni de lejos, el mismo perfil de entrenador que el británico. Los proyectos necesitan años de adaptación. Moyes ya estuvo hace dos años y se le despidió para traer al chileno, que iba a proponer un tipo de fútbol muy distinto. Hoy, tras una gran suma de dinero desperdiciada, el West Ham se encuentra en el punto de partida porque, aunque se salve, el curso que viene deberá volverse a plantear qué quiere hacer. Y, sobre todo, quién es el que debe encargarse de ello. A Moyes no le querían. Hoy parece ser el líder, de nuevo, de este plan pese a que la mayoría de los futbolistas por los que han gastado muchos millones, no son de su agrado.

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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