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Fútbol sudamericano

Aimar Centeno, de jugar en el Real Madrid a vender Coca Colas

Año 2002. Miles de niños de entre 12 y 17 años aguardan cola rodeando el Campo Argentino de Polo, en Buenos Aires, Argentina. Allí va a tener lugar uno de los eventos más importantes para la sociedad sudamericana de la época moderna: Camino a la Gloria, un reality show dirigido por Mario Pergolini y emitido en Canal 13. En él, un grueso número de críos tendrán que batallar para ganar el gran premio: una prueba con el Real Madrid. ¿La única exigencia?: ser el mejor de todos. Solo podrán formar parte del concurso aquellos que accedan al estadio entre las 7 y las 9 de la mañana. Aimar Centeno, de 16 años, lleva haciendo cola con sus amigos desde las 4 de la mañana y, aún así, está muy cerca de quedarse fuera. Entra a las 8:50, por los pelos, y es uno de los 12.000 chicos entre 12 y 17 años que formará parte del programa televisivo. Para ello, se ve obligado a dejar sus estudios.

«De entre todos ustedes saldrá la estrella del futuro«, anunciaba Pergolini a los aspirantes, hambrientos de gloria, sedientos de fuga de una Argentina que no vivía su mejor momento social. El gancho del Real Madrid era demasiado bueno para dejarlo escapar, incluso para los que entonces simpatizaban a lo lejos con el Barcelona. A los participantes se les dividió en grupos de 12 y se les dejó únicamente 15 minutos para demostrar su valía. El primer corte lo pasaron pocos, pues de esa primera criba apenas quedaron 2.500 jugadores.

Cada lunes, tras la cena, toda Argentina se unía entorno a sus televisores para ver quién seguía y quién no en el Gran Hermano del fútbol. Tras el segundo corte, solo 400 mantuvieron intactas sus esperanzas. A medida que el torneo avanzaba el programa ganaba en audiencia, los supervivientes en ilusión. José Basualdo, Roberto Perfumo, Carlos Mac Allister y Javier Castrilli componían el jurado. Dos futbolistas internacionales con Argentina, un jugador con una experiencia dilatada en Boca Juniors y un árbitro internacional por la FIFA. Ellos decidían quién valía y quién no. Cada semana eliminaban una ingente cantidad de sueños, hasta que decidieron que la suerte iba a quedar en dos chicos: Aimar Centeno y Santiago Fernández.

Un nuevo anuncio fue hecho para promocionar entonces la gran final. Además del Real Madrid, el vencedor tendría como premio un coche y un cheque con una gran cantidad de dinero. El perdedor, que no se podía ir con las manos vacías, sería incluido en la lista de representados de Gustavo Mascardi, junto a Verón, Crespo, Sorín, Palermo, Ayala, el Piojo López, Aimar o Marcelo Salas. Aimar Centeno resultó ser el ganador.

Extremádamente tímido, cuenta Juan Pablo Meneses en su libro Niños Futbolistas, que fue llevado a su pueblo natal, Agustín Roca, en Buenos Aires, donde se le subió en lo alto de un coche descapotable para ir saludando a los cerca de 1000 habitantes que engloba el pequeño municipio. A sus 16 años, ya era la persona más célebre del lugar y, por un corto periodo de tiempo, uno de los más destacados del país entero.

Tomó un avión por primera vez en su vida, junto a su padre y un conglomerado del programa, que iba a grabar el último episodio con todo lo que sucediera en la capital española. La expectación puesta en el chico era desmedida, pero ni él mismo se lo terminaba de creer. «No he podido entrar en Argentinos Juniors… ¿Y voy a pasar una prueba con el Real Madrid?», llegó a susurrar durante el vuelo a uno de los integrantes de su séquito. Nada más aterrizar empezó toda la parafernalia. Visita al Santiago Bernabeu, donde conoció a Emilio Butragueño y Vicente del Bosque. Tour por el estadio, unas fotos en el museo y directo a la Ciudad Deportiva a entrenar. Sin tiempo de adaptación al clima español, sin descanso tras 15 horas de vuelo, sin tener siquiera en cuenta el jet lag. Iba a pasar su prueba con el segundo equipo, pero como todo estaba siendo grabado y Real Madrid TV también estaba ya en el ajo, Zidane, Figo, Ronaldo y un sinfín de estrellas de la primera plantilla desfilaron para presentarse al chico, mientras los compatriotas Solari y Cambiasso le soltaban algún chascarrillo para calmarle.

(web StudioFutbol)

El entrenador preparó el partidillo y en la primera pelota que tocó Aimar se desfondó. Quería triunfar y puede que tuviera condiciones. Nada más recibir el balón, condujo bien, con equilibrio, balanceado hasta llegar a poner un centro con el alma en el que sintió un pinchazo. Se quedó cojeando y no pudo terminar el entrenamiento. No había pasado ni un minuto. La producción del programa se planteó hacer como si nada hubiera pasado, pero era imposible. No había otra imagen suya en el campo, había sido la única pelota que había tocado y todo el mundo vería qué había sucedido. Aimar estuvo unos días más entrenando con el Real Madrid, pero junto a los lesionados. «Después de la lesión volví a entrenar con ellos, pero psicológicamente fue demasiado«, admite él. Tuvo sus minutos de gloria en la televisión, donde llegó a compartir programa con un Fernando Torres que estaba emergiendo, apareció en portada tanto en AS como en Marca, pero como futbolista nunca nada más se supo de él.

Volvió a Argentina y allí lo fichó River Plate, también para su equipo reserva, donde compartió equipo con Radamel Falcao y Augusto Fernández. Pero apenas pudo mantenerse en el club unos meses. Fue a Rosario Central, donde volvió a tener un paso fugaz y cada vez bajando menos el listón. Su último intento de ser profesional le llegó cuando fue cortado de Chacarita. Ahí se dio cuenta que nunca iba a poder jugar en Primera División y dejó el fútbol a un lado, solo como hobby. Trabajó de conserje, de tendero, de camionero. Estuvo muchos años encargándose del reparto de Coca Cola en su zona y ahora vuelve a ser camionero. Juega para el equipo de su barrio, donde es la estrella destacada y cuando pasea por Buenos Aires, admite que a veces la gente le sigue reconociendo, aunque haga ya 15 años del programa y él no haya vuelto a ser una persona pública desde entonces.

 

 

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