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FC Barcelona

A propósito de Messi

Anda el Barcelona inmerso en la renovación del contrato de Leo Messi. Esta operación se ha convertido en un mantra habitual en el club, que participa del fútbol moderno en un aspecto llamativo: ampliar los contratos de sus estrellas cuando aquellos todavía tienen años de duración por delante aunque tal vez este sea el más ajustado de la trayectoria barcelonista en relación con su hombre franquicia.

Disponer del mejor futbolista del mundo es una maravillosa ventaja tanto como un inconveniente. Pocos ponen en duda la categoría del argentino pero la presión que soporta la entidad es un engorro incómodo para su gestión: el Barcelona no tiene la capacidad de gasto de la que sí disponen no pocos de sus rivales, Messi es un jugador de la cantera y, ante todo, disponer de él representa armar un equipo de garantías a su alrededor.

MIGUEL RIOPA/AFP/Getty Images

En este último aspecto es donde lleva temporadas fallando. Los títulos domésticos se han convertido en un adorno en tanto que la Liga de Campeones ha acabado por ensombrecerlos. El discurso de que conquistar el campeonato nacional era lo importante, dada la presunta regularidad que requiere su consecución, va quedando apartado por el hecho de que es la Copa de Europa la que otorga prestigio, notoriedad mundial y dinero a los clubes. Por ejemplo, en este punto, el gran Barça del tridente, de la MSN o como quiera que se les llame ha asistido por la televisión a las dos últimas semifinales de la competición.

Cuando se pregunta a un aficionado por el número de títulos de Liga del Madrid, del Barcelona o del Liverpool es complicado que acierte. En cambio, puestos a encuestar por los entorchados europeos, el índice de conocimiento aumenta. La UEFA ha conseguido que el corazón de los seguidores se esté decantando progresivamente hacia su torneo estrella en comparación con la mayoría de ligas. La organización de los partidos, la mística de las eliminatorias, las dudas sobre sus sorteos o la leyenda de muchos de sus participantes son los elementos que han configurado esta apuesta que ya es ganadora con sus audiencias globales y repercusión mundial.

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LLUIS GENE/AFP/Getty Images

Renovar a Messi debería conllevar la cuadratura del círculo porque el Barcelona ha convertido al magnífico delantero en su dueño emocional. Le ha resultado muy cómodo a la institución, al entrenador y a muchos de sus compañeros transformar lo excepcional en ordinario hasta el punto de que nadie entiende hoy la vida azulgrana sin Messi. Ocurre, no obstante, que los dirigentes del club no son los más hábiles de su gremio y han sido capaces de compatibilizar la idolatría con el desprecio al inventar una nefasta campaña de apoyo tras los problemas fiscales del jugador, dudar en público de la conveniencia de su renovación inmediata o generar controversias internas sobre su estado de forma.

El Barça ha alterado su propia dinámica durante una década y ha aparecido como un club ganador y vital, a diferencia de su tradicional genética victimista y apesadumbrada. También sus aficionados se han agarrado al regate de seis contrincantes y el gol en la misma jugada como a una rutina, sin asimilar que se trata de una circunstancia extraordinaria, por veces que sea capaz de repetirla Messi. Su renovación hará suspirar de tranquilidad a una masa social que, sin embargo, lleva camino de vivir una mala temporada: sin Copa de Europa, sin una idea fija respecto a qué entrenador conviene para la próxima campaña, con el recelo del estado de forma de varios veteranos a quienes se debe agradecimiento eterno, pero no contratos eternos, y con el resquemor de que el Barça de Messi y el Messi del Barça están casi a la par en títulos europeos y balones de oro con el Madrid de Cristiano y el Cristiano del Madrid.

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