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Premier League

A la tercera

Chris
Hughton ya no es entrenador del Brighton. Hace dos temporadas el inglés
consiguió ascender a los seagulls a la máxima categoría tras 34 años de
ausencia y ahora vuelve a buscar trabajo. Tras cumplir los objetivos. Al ex del
Norwich se le ocurrió desafiar a los oligarcas de la Premier, aquellos que
controlan la competición de manera titánica. A principios de este curso el
conjunto sureño superó al Manchester United de José Mourinho y debatió durante
unas semanas en la parte media con plantillas de la entidad de Everton,
Wolverhampton o West Ham. Pero esto nunca es como empieza. Siempre acaba.

Nos
hemos acostumbrado a ver al Brighton en la Premier
navegando entre colosos, pese a su corta vida.
Nuestras emociones hoy en día son tan intensas; tan efímeras, que parece que el
ayer no existe. El Amex Stadium es vanguardista, lo que le aleja de la realidad
que ha vivido el club en las últimas décadas. Ahora aterrizar desde el
Championship es la llave al desenfreno de cualquier presidente, ya que se ve
con cientos de millones por realizar una buena temporada. El desencadenante es
la firma de jugadores inflados por una burbuja que dice que explotará pero que
se sigue hinchando. Pero en ese momento algo más se infla: la ilusión del
aficionado. Da igual que el futbolista firmado sea un iraní que proviene de una
liga a la que uno de los mejores periodistas de este país, Gaby Ruiz, pidiera
en sus transmisiones los dos rombos, por la ternura de sus zagas. Hay 19
millones de razones por las que sonreír. Aunque Alireza Jahanbakhsh no marque
ningún gol.

Glenn
Murray al inicio de curso parecía que iba a dar un paso al lado, como el chico que
ya no es tan adolescente y se deja ver menos por la calle. Ya era hora de
quedarse en casa por las noches y afrontar eso que a los 35 inviernos en este
deporte uno debe empezar a sopesar: la jubilación. Sin embargo, en su taller
forjó un traje de héroe que alimentó la esperanza de una salvación que parecía
escrita en febrero y que no se confirmó hasta la penúltima jornada. Hughton vio
como su plantilla pasaba rondas en FA Cup mientras en liga sufrían una caída
libre temible. No había antídoto para tal bloqueo de juego y resultados, con un
conjunto que se tapaba en demasía en defensa y que no hería cuando atacaba. El
4-5-1 con dos interiores que se planteaba tenía argumentos muy aceptables, pero
no poseía la confianza de los atacantes; agarrotados en muchas ocasiones. En la
zaga no se podía desproteger a Shane Duffy ni a Lewis Dunk, dos niños con sus
edredones, por su buen hacer cabeceando y su lentitud al espacio. Cuando éramos
pequeños siempre creímos que aquello esquivaba los peligros del anochecer. El
bloque bajo de su sistema le recordaba a su pareja de centrales aquellos
tiempos de miedo a la oscuridad y caries, aunque al equipo le costara la vida
hacer un gol.

Los
36 puntos cosechados por el Brighton en una temporada normal no serían
suficientes para salvarse. Ese pobre bagaje le ha costado un puesto que
seguramente -ojalá me equivoque- deberá volverse a ganar con otro ascenso desde
el Championship. Ya le pasó en Newcastle, en 2010, cuando le despidieron en
diciembre por “falta de experiencia” con el equipo en el decimoprimer puesto. Le
reemplazará Graham Potter, un técnico que se ha hecho a sí mismo a partir de un
fútbol atractivo en ligas regionales de Suecia, hasta mantener al Swansea este
curso en una tranquila décima posición. Pero este no es un artículo para hablar
de él. Es lo mínimo que se podría hacer por Chris Hughton, del que volveremos a
hablar cuando ascienda por tercera vez. 

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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